5/09/2010

Hej då

Llegó al lugar acordado. Una gélida sensación de pérdida lo embargaba a medida que la buscaba, que se acercaba. Una sonrisa y abrazo. Un saludo y caminar a su lado. Palabras iban y venían, cumplían su cometido, pasar el tiempo hasta el momento de la despedida. Sería la última vez que la vería. Después todo habría terminado. Descansaría, se sentiría aliviado.

[pero no, todavía...]

¿Qué habría de terminar? Algo que no tuvo comienzo, el letargo de creer que nada de eso seguiría, que al abordar el avión, al partir de regreso, al llegar a casa... no sería así, aunque le gustaba pensar lo contrario, hacía todo más fácil, más digerible, más confortante.

[vaya que se mentía]

Verla de pie, contenta, al fin juntos, después de casi un año, al fin. A pesar de esperar tanto, a pesar de todo lo que había pasado, sufrido, vivido, era feliz. Pero qué fugaz es ese estado, que empieza con sonrisas y termina en un silente llanto. Ya no se verían.

[pero nunca lo hicieron]

No importa cuan cerca estaban. A ella nunca le importó, a él sí, quizás demasiado. Viajó a verla antes del último agridulce encuentro, ella estaba demasiado ocupada como para perder su tiempo en alguien que, según sentía, nunca perdería. Y es que así somos las personas, damos muchas cosas por sentadas cuando la realidad es otra, más cruda, más vacía.

[con poco tiempo]

Tantas veces planificado, conversado, de nada valió. Le obligó a cambiar seis meses por dos horas, 120 minutos en la terminal. Aunque con más tiempo, sólo serían dos horas, no las seis que acordaron, con ella todo era improbable. Seis meses por un día, un día por seis horas, seis horas por dos y contando.

[no debió acudir]

Cuánto le dijero que no, que era una pérdida de tiempo. Nunca comprendió que era el último eslabón para partir libre y dejarlo todo atrás. Nada vivido, nada compartido ¿acaso lo extrañaría? ¿qué habría que olvidar? el dolor, la soledad, su indiferencia.

[quédate...]

No quería dejarla ir, no era justo, sin embargo, ella tenía otros planes, pues si se quedaba no sería con él, no, ella quería a otro, amaba a otro, al menos así lo creía. "Quédate", quería gritarle, "no me dejes", imploraban sus ojos, pero no dijo nada, siguió sonriendo, escondiendo la tristeza tras la fugaz felicidad. Ahí estaba, disfruta y sigue con tu vida.

[pero su vida era ella]

Ahora se iba, lo dejaba, muerto, desolado, derrotado. Faltaban pocos minutos, segundos, él la dejaría ir. La razón le decía que lo hiciera, su corazón le rogaba por hablar, por decir algo y dejar que ella decida, él no estaba de acuerdo. Que se vaya. Que lo deje. Nunca le importó. Sólo lo usó. Lo seguía haciendo, no importaba, nada importaba, su fugaz felicidad lo engañaba, le hacía creer que estaba bien, que era lo correcto.

[por lo tanto le fue difícil...]

Se pusieron de pie, ya era hora. Era inminente. Ya nada se podía hacer. Sólo dejarla ir, dejar que suba al avión y seguir viviendo. Se cruzaron sus miradas, ellas no podían mentir, ambas querían detener el tiempo, pero por distintas razones. Ella amaba a otro, ella no le correspondía, por eso él tenía que decir adiós.

[adiós...]

Se acercaron el uno al otro. Él le dio su mochila y esperó. Pensar que seis meses atrás estuvieron en el mismo lugar batallando por alargar los segundos, luchando por permanecer juntos, tristes por la fugaz felicidad, por el fugaz encuentro. Ahora no se verían más. El sueño terminaba. La negra nube de la realidad se posaba sobre ellos. ¡Qué distinto era todo! No había tristeza por ninguno de los dos. Ahora eran dos extraños despidiéndose.

[hasta el abrazo]

Fugaz, fugaz... se soltaron. Ella llegó a la puerta sin voltear, él no esperó a verla perderse entre la gente. ¿Qué habría que extrañar? ¿Qué perdió cada uno? La ilusión de saber qué habría pasado si...

pero fue fugaz, el viaje, los encuentros, el adiós.