1/25/2011

Cubo

Y vuelvo a sentarme solo en lo ancho de mi habitación. El eco del teclado resuena en las cuatro paredes, cada letra me acompaña en la soledad que invento. Entonces veo tus ojos lanzar fugaces miradas de desaprobación, triste por aquello en lo que me convertí, aborreciéndome por ser tan cobarde y decidir no avanzar.

Alejo la mirada de tu foto, el verdor inquisitorio me persigue, estás en todos lados. Las cuatro paredes y el cielo abierto, negro, sin estrellas, me recuerdan a ti y en lo poco que nos quisimos. Tiendo mi cansado cuerpo en mi cama y aguardo tu voz susurrar como siempre al oído, decir aquello que nunca dices y que anhelo escucharte gritar.

Pero el ámbar de la calle me regresa de golpe a la realidad. Me dejé seducir por las sombras de aquel pasado que maquiné en mi mente, que quise llegar a realizar. Esta noche te recuerdo más que nunca porque tengo el infinito deseo de sentirte desnuda junto a mí, de sentir tu agitada respiración y suave piel humedecerse poco a poco.

Despertar con tus cabellos sobre mi rostro, nuestras piernas enlazadas y nuestras ganas buscando revancha. Poder decir que te amo las veces que pueda, gritar aquello que esta noche grito sin que llegues a escuchar. Soñar que aún no te has ido ni te irás. Desear que cada día amanezca antes de añorar que no lo haga más.

Entonces el tiempo azota aquella imagen que guardo de ti. Cruel como siempre, me recuerda que sigo soñando en imposibles y esperando algo que nunca será. No importa cuánto te desee, simplemente no volverás.

Seguiré sumido en esta soledad que cada vez invento con más ansias, que lleno del eco del teclado, con letras que siempre consiguen ayudarme a olvidar. Con líneas que realzan el ámbar de la calle y el negro techo que me recuerda las malditas ganas que tengo de ti.

Y la ancha y vacía cama donde tiendo mi cuerpo, cansado de esperar que suceda aquello que solo maquino en mis ojos y donde nunca resonará el eco del "te amo" que olvidaste al cruzar la puerta.