1/11/2010

Goodbye...

Se sentó en el gélido banco, bajo la gruesa lluvia que caía desde un negro cielo. A su alrededor no había más que gente, parejas que caminaban sonrientes, indiferentes, aparentando su hipócrita felicidad. Agachó la cabeza, las gotas sonaban incesantes en su capucha, una tras otra, una rítmica danza, el ritual perfecto para su despedida.

Ella cruzó la pista sonriente, como siempre. Sus encendidos ojos, lo inminente estaba por acontecer. Verde, azul, gris. Parpadeo. Verde, azul, gris. Volvió a agachar la cabeza, se quitó la capucha, hizo espacio para que ella se sentara. No hablaron.

[Dos flamas encienden dos cigarros]

El humo se junta con la niebla que desciende y se posa sobre las pistas, las veredas. La lluvia está a punto de detenerse, tan incesante como siempre, incensante y limitada. Ambos voltean. Sus miradas se encuentran, también los recuerdos. Vagos. Ilegibles. Ya no existen. Ella ha dejado de sonreír, él ha empezado a dudar. El cigarro se consume al igual que el poco tiempo que tienen, tan limitado como la acosadora lluvia.

Cierran los ojos y hablan. No voltean a verse, sólo hablan. El viento sopla, sus cabellos se despeinan, cubren sus rostros. Aunque pudo durar más, cada uno tiene un límite, un máximo capaz de tolrerar. Él ya no podía más, a ella no le importaba. La noche traía a su memoria conversaciones que tuvieron lugar en épocas más dichosas, cuando eran dos, uno. Mas todo tiene su fin, nada es para siempre. Los cigarros se consumieron.

[Una flama enciende un cigarro]

Terminan de conversar. Él devastado, ella también, ambos inexpresivos por naturaleza, es de débiles mostrarse mal, aflorar los sentimientos. Se ponen de pie. Los postes reflejan su luz en las veredas mojadas por la lluvia que al fin cesó. Se ven a los ojos, caminan en la misma dirección. Una ancha pista le sucede a una estrecha calle, caminan uno al lado del otro. Sus pisadas resuenan en la larga y empinada calle. Él fuma y no olvida. Ella comprende que olvidar le será difícil, no imposible.

Llegan a su destino. Se vuelven a ver, dudan. Él termina su cigarro, lo apaga y lanza lejos. Ella ve rodar la colilla cuesta abajo hasta caer en un charco. Cuando vuelve la mirada él está muy cerca. Sueltan palabras que sólo ellos entienden, lágrimas corren por sus mejillas, sollozos. Es el fin.

Él la abraza fuertemente. Ella le responde el abrazo de la misma forma. Ambos se ven por última vez. Por última vez se besan los labios. Respiran de forma agitada. Ninguno suelta al otro, no quieren dejarse ir. Tantos sentimientos vividos, tantas horas pensando en el otro. Parecía nunca terminar. Un silbido a lo lejos le indica que el tiempo ha concluido. La vuelve a besar, le seca las lágrimas. Sus grandes ojos, verde, azul, gris. Le susurra al oído y baja.

[No miremos atrás]

1/09/2010

Just let me...

Si ya no queda nada más por vivir, por respirar...

Déjame ir, morir, descansar de este peso que cargo, de este malestar de sentirte cerca, lejos.
Entiende que muero con cada recuerdo no vivido, con cada momento olvidado por la ausencia de nosotros, es difícil, imposible, soy débil, débil.
Me despido para siempre, no tiene sentido seguir con la farsa, no tiene sentido seguir con la tortura.

Agradezco, sí, el tiempo perdido en conocernos, el tiempo gastado en conversaciones que ahora no valen nada.
Valió la pena el viaje, me abrió los ojos a la cruda realidad, aquella que me rehusaba a palpar; la caída fue fuerte, estrepitosa, pero me despertó de tan agradable y traicionero sueño.

Ahora sigo adelante, contigo atrás, en lo que más aborrezco de mí. La vergüenza de haberme permitido sentir marcará por siempre mi rostro, mis lágrimas, mi sudor.

Adiós. Que te sea de provecho el todo.

(aunque queda la interrogante... ¿acaso algo de esto fue real?)

Y la respuesta dada por tu mirada: fue limitado.