4/29/2011

Dos

Te veo,
me devuelves la mirada.
Cierras los ojos y sonríes.
Es cuando comprendo por qué me encantas.


Te sigo viendo.
Alejas la mirada y recuerdas.
Es entonces cuando la incertidumbre me asalta.


Hablas de esto y aquello.
Duele que lo hagas dadas las circunstancias;
la batalla que se libra en mi interior,
por conquistar tu amor.


Soy testarudo,
me dijeron que desista,
que en ningún mundo podrías considerar siquiera.


No importa,
igual lo intento.
Sé que no me sonríes ni sueñas conmigo,
sé que para ti no soy más que un amigo.


Duele, pero es cierto.
Porque esto que tanto siento
no es recíproco.


Es un capricho mío,
un vil acto de egoísmo.
Aún no olvidas, no dejas ir
ni tampoco ves aquello que puedo ofrecer.


Me podría arriesgar,
qué sentido tendría,
solo arruinar aquello que ya tenemos.


¿Acaso no me basta con desearte cada día más, con verte llegar y conversar, compartir y seguir dudando, seguir sufriendo y molestándome conmigo por ser tan cobarde?

¿Acaso necesito que me digas aquello que nunca he de escuchar?

Sí.



Es triste creer alcanzar algo y caer en la cuenta de que sigue siendo lo mismo. Que por más que quiera no sucederá. Entender que te quiero locamente y que solo va en una dirección mas no regresa.

Es difícil superar algo, afrontar una batalla que ya sabes perdida.

¿Acaso importa arriesgarse tanto?


No importa,
por ti lo haría mil veces.


4/18/2011

Uno

Entonces se nublan mis ojos, mi respiración entrecortada recuerda aquellas luces que empezaron con su incesante parpadeo; alegres y saltarinas dieron cuenta de aquella felicidad que me embarga cada vez que te veo, cada vez que te acercas y mueves tu boca en mágicas formas, emitiendo un dulce sonido que apacigua mi alma.

Y aquellas prendas que cargas, aquellas que reflejan la dicha de poder volver a sonreír, aquellas que muchas veces me ven, me buscan y luego se aburren de mi presencia y buscan otro donde posar su hermosura. Humildad encuentro en tu todo, sencillez propias y arrebato ante el temor de que descubras mi secreto.

Labios rojos, intensos, encendidos. Seducen e incitan con sus formas, encantan y adormecen mi andar, mi pensar, mi sentir. Rojos, tintos, dulces y amargos, salados por el rocío que emana de tus prendas, corroído por la soledad oxigenada del hallarse sola, sin nadie a quien retribuirle amor.

Y entonces sonríes, no hay motivo mas lo haces y la celestial negrura se ve alumbrada por la brillante Luna, redonda y blanca, llena de dicha al verse testigo de ti. Entonces tu silueta se hace presente, curvilínea y seductora te revelas ante mí y caigo en la cuenta de que sin ti no podría haber, no podría ser.

Me enredas en ti, en tu calor, aunque fugaz, disfruto al máximo de verme a tu lado, de sentir tu respiración en mi cuello y el aroma de tu cabello adormeciendo mis reflejos. Te aprisiono con fuerza, pues sé que te irás y no volverás, que no será lo que tanto espero, que no será lo que tanto anhelo.

(despierta...)

Es tan hermoso soñar, todo parece tan perfecto y alcanzable. Incluso tú, que sé nunca será, que seguiremos siendo dos, cada cual por su lado, coincidiendo por el mundo mas no en nosotros. El llanto interno de mi desdichado ser va tomando forma; la eterna soledad, la misma que pretendí burlar se ríe a carcajadas por mi fallido intento.

Cierro mis ojos y te veo de pie, sonriente como siempre. Me acerco despacio, temeroso, pero con la certeza de que es a mí a quien llamas, a quien esperas.

Entonces dos manos te toman y voltean, sonríes aun más. Y es que no olvidas lo que por tanto tuviste, lo que por siempre añoras, lo único que no pudiste controlar, lo único que siempre quisiste, el imposible de volver a sentir aquello que por mí nunca será.

Me quedo de pie. Volteas a contemplar mi infinita soledad. Sonrío para ocultar mi fragmentado llanto, sonríes con júbilo y paz, te marchas y yo regreso a lo hondo del pozo, al iluminado fondo, donde no hay más sombra...

que la mía.