2/27/2009

Insolencia y Perdón


Tan cansados. Agotados. Perdidos en nuestra vasta superficialidad. Vamos de un lado a otro. Sin rumbo. Sin camino. Solos y egoístas. Ciegos del mundo. Sordos de lo que pasa a nuestro alrededor. Callamos ante el inminente abuso. Mudos permanecemos. Ignorantes.
Miramos el reflejo del todo en una ventana. La nada nos devuelve la mirada. Sólo uno. Nadie más. Calles vacías. Edificios desiertos. Si vemos a alguien, si notamos otro ser... o nos beneficia o lo apartamos como el estorbo que es. No necesitamos cargar de heces nuestro defecado entorno. Sólo harán bulto. Nada más.
¡Qué caprichosos! ¡Qué vanidosos! ¡Qué orgullosos! Tan egocéntricos. Aun teniéndolo todo... no tenemos nada. Sólo una sucia sombra forzada a seguir a tan inmundo ser. Y sin embargo, lloramos y maldecimos la candente herejía del día a día. No comprendemos lo que somos y podemos hacer. No lo entendemos Aún no queremos.
El contaminado ambiente. Las sucias calles. La corrosiva lluvia. Nuestra culpa. Nuestro infierno y paraíso. Lo amamos porque es más fácil lidiar con eso que afrontarlo. ¡Oh, Dios de nosotros, los miserables! ¡ Arrasa con esta raza tan corrompida por la falta de humanidad! ¡hazle un favor a tu decadente obra! ¡HAZTE UN FAVOR! Desaparéceme. No tiene sentido. Dejó de tenerlo hace mucho. ¡Déjame arder por siempre! Me lo merezco.
¿Amén? ¡¿Amén?! Maldito yo y mi fétida alma. Malditos aquellos que te siguen ciegamente. Sabes que no soy como ellos. ¿Amén dices? Nunca diremos tan degradante palabra. Tan humillante. Tan servil. No somos perfectos. Podemos equivocarnos muchas veces. ¡Nunca habrá cambios! La quimérica paz de nuestros débiles corazones se esfumó. Se deshizo. Se fue.
¡Sálvalos, padre eterno! ¡Sálvalos! Yo soy el único culpable. Yo... tu hijo. Tu angel derrotado. Caído.

2/18/2009

... (26)


Estrecho. Angosto. Ruinoso. Sucio. Maloliente. Desolado. Solitario. Inerte. Vago y sin fin. Etéreo. Efímero. Ilusorio. Reducido a nada. Pudriéndose en lo más hondo de su ser. No hay salida. No parece haber una a este infinito sendero.
A pesar de los tropiezos. A pesar de las pérdidas. A pesar de todas las derrotas. Humillaciones. Insultos. Oprobios. Infinito. Sin límite para nada. Para nadie. Y sin embargo... ¡muere! Poco a poco... ¡Muere! Grita. ¡Clama por ayuda! Mas nadie escucha... nadie acude. Solitario y triste, desolado...
¡Pum...! ¡Pum...! ... ¡Pum...! ¡Pum...! Breve. Pausado. Moribundo. Débil. Demacrado. Siente el dolor. Se acerca, poco a poco. ¡Pum...! ¡Pum...! De pronto... ¡Pum...! ¡Pum...! el sonido... ¡Pum...! cesa. No hay más vida en su vida. Queda libre. ¡LIBRE!
Vuelve a el sinuoso. Al letargo. A las sombras que siempre odió. Siempre trató de dejar de lado tanto dolor. De sufrir. De llorar. Pero el mundo no se lo permitió. El mundo es el causante de su desgracia. De su desdicha. ¡No! El siempre pudo huir. Cambiar. Empezar de cero. Volver a nacer. Pero tuvo miedo. Miedo a ser otro. A no ser aceptado. A ser rechazado. Él cavó su propia tumba. Se condenó a sí mismo.
Nadie lo recuerda. Nadie lo extraña. Todos los días recorre el mismo camino. Saluda a aquellos que aborreció. No hay respuesta. Se aleja triste. El mundo no es como antes. Él cambió. Demasiado tarde.

2/10/2009

Compensación

Oscuro. Oscuro. Una bengala. Fugaz. Efímera. Oscuridad densa, palpable. Le era familiar. Como el sótano, su pequeña prisión. Su pequeño cuarto, solitario, oscuro, silencioso. Se puso de pie, limpió sus ropas y siguió caminando. Oscuro, pero a pesar de eso ella sabría llegar.

(Cogió el espejo y lo arrojó contra la puerta. Lloraba, sollozaba, gemía. Se arrodilló y vio su triste mirada fragmentada. Cerró los ojos, se golpeó el rostro con una mano, con la otra se jaló los cabellos. Comenzó a gritar, a insultarse, a odiarse. Recogió un fragmento. Unos ojos la miraban amenazante, le retaban a hacerlo. Extendió el brazo izquierdo y...)

De pronto el camino se acabó. Llegó a una gran puerta. Sin respuesta a sus llamados, la empujó y entró. Ténue luz. Una danzante llamarada. Cerró la puerta y el fuego dejó de parpadear. Escuchaba sus voces. Sentía sus miradas. Su sucia esencia.

(Sonrió. La sangre brotaba. Sonrió aun más. Seguía fluyendo, seguía corriendo y ella sonriendo y riendo. Llenó una botella del purpúreo líquido. Espeso. Brillante. Lleno de vida y muerte. guardó el recipiente, abrió otra botella y bebió...)

"Vino, casi coinciden" le dijeron. Saltó al abismo y desapareció poco a poco en lo hondo de su negro corazón. Cayó y cayó. Cerró los ojos, extendió ambos brazos, sintió el fuerte viento y la aparatosa caída. Seco. Sin eco ni rebote alguno. No respiraba. No pensaba. Nada. Se había esfumado al fin.

(La vida que tanto odiaba. Aborrecía el todo. La nada también. El salado sabor de la tristeza y el amargo de su libertad. Siguió bebiendo. ¡Dulce embriaguez! Jubilosa pócima. Placentera, adormecedora, ensoñadora. El dolor desaparecía con cada sorbo que no daba. "Oscuro". Carmesí. Tocaron a la puerta. Su brazo, la sangre, un gran río. Insistieron los golpes. Cada vez más fuertes. Fragmentos, miles. Veía fijamente su inútil esfuerzo por...)

Huir de ahí le trajo felicidad. Era algo que tenía que hacer. Volvió en sí. Siguió caminando. Faltaba poco. La redención. El ascenso. Su perdón. Vio la luz a lo lejos. Pequeña. Brillante. Echó a correr, tropezaba. Caía. La tan palpable y horrenda oscuridad. ¡La odiaba! Como la odiaba. Siempre trató. Nunca se rindió. Era indispensable.

(Respirar y vivir... morir. Bebió más. Toda la botella. El oscuro brebaje se había agotado. Sonrió. Lanzó la botella contra la puerta. Un último esfuerzo. Le venció el cuerpo. Gritó. Gritó. Murió. Siempre fue indispensable...)

Morir con el odio perdonado y la pena consolada. La luz. Su eterno perdón. Nunca la odió. Siempre. Siempre la amó.