10/03/2009

And the darkness...

No diremos nada, con los ojos cerrados caminaremos por el mundo que el Dios nos concedió. Ciegos de todo lo que pasa, lo que sucede. Ciegos a los sentimientos, al que nos necesita, al que clama por perdón. Ciegos ante los abusos de aquellos que se creen poderosos, que creen ser dueños del mundo. Ciegos ante nosotros mismos, lo que vivimos.

No veremos la luz que nos llama desde siempre. No seremos capaces de despertar, de gritar por la libertad de la que el miedo nos privó. Siempre prisioneros de nuestros temores... ¡INCAPACES DE HACER ALGO POR DETENER NUESTRO FIN! y así seguiremos por el mundo... mediocres.

Y creyendo que no merecemos este trato reclamaremos algo que nunca nos perteneció, odiaremos a aquellos que nos aprisionen, insultaremos, escupiremos. ¡Oh, ciego el hombre que no despierta de su letargo para darse cuenta de sus errores! gritará un religioso, nos levantará su cruz al rostro y rociará un poco de agua... nada pasará.
Abrirá la biblia y comenzará a leernos los Salmos, la vida de Jesús, el Éxodo, el Apocalipsis, y rogará a los cielos para que los abusos se detengan, el cielo cubierto de nubes ignorará una vez más su petición.

Y es que al cielo poco o nada le importa, que se maten los que quieran, que se insulten y maldigan, problema de aquellos que caminan y no de nosotros, simples observadores. Y la vida seguirá, la muerte igual. El cielo verá como abajo todos se matan tanto en su nombre como en el del otro. Verá y reirá.

En las profundidades habrá más risas, carcajadas. ¡EN LA TIERRA LOS HOMBRES SE MATAN SIN MOTIVO ALGUNO! gritará. Festejará cuanta alma llegue al recinto, siempre amó torturarlas. Y así esperará paciente su triunfo. Pero es tramposo, influye enormemente en los del medio, hace crecer su ira, su miedo. Los hace violentos y como tales, bestias. Él interviene, pero a beneficio propio, sabe que arriba no se manchan las manos.

Y tal como fue, seguirá siendo hasta que el hombre no aguante más dolor y caiga por última vez. Derrotado por sí mismo, por su igual. Entonces descenderá el Dios para reclamar por el mal que han hecho y culpar a todos y cada uno. Y ascenderá Él para tomar a todos aquellos que se rehúsan abandonar sus cuerpos, se reirá del Dios y volverá a su guarida con su nueva colección.

Un banquete digno de dioses.

Y la última guerra santa verá su fin en el hombre caído. La gente se preguntará de qué valió tanto esfuerzo por reclamar el candor de Dios, la muerte, sin embargo, llegará antes que la respuesta.

Y ciegos pereceremos, ciegos ante lo que pudo haber pasado si hubiéramos huido de la oscuridad, de la luz. Por vivir bajo la sombre del amén.

Y la oscuridad reinará, pues al cielo poco o nada le importa.

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