2/18/2009

... (26)


Estrecho. Angosto. Ruinoso. Sucio. Maloliente. Desolado. Solitario. Inerte. Vago y sin fin. Etéreo. Efímero. Ilusorio. Reducido a nada. Pudriéndose en lo más hondo de su ser. No hay salida. No parece haber una a este infinito sendero.
A pesar de los tropiezos. A pesar de las pérdidas. A pesar de todas las derrotas. Humillaciones. Insultos. Oprobios. Infinito. Sin límite para nada. Para nadie. Y sin embargo... ¡muere! Poco a poco... ¡Muere! Grita. ¡Clama por ayuda! Mas nadie escucha... nadie acude. Solitario y triste, desolado...
¡Pum...! ¡Pum...! ... ¡Pum...! ¡Pum...! Breve. Pausado. Moribundo. Débil. Demacrado. Siente el dolor. Se acerca, poco a poco. ¡Pum...! ¡Pum...! De pronto... ¡Pum...! ¡Pum...! el sonido... ¡Pum...! cesa. No hay más vida en su vida. Queda libre. ¡LIBRE!
Vuelve a el sinuoso. Al letargo. A las sombras que siempre odió. Siempre trató de dejar de lado tanto dolor. De sufrir. De llorar. Pero el mundo no se lo permitió. El mundo es el causante de su desgracia. De su desdicha. ¡No! El siempre pudo huir. Cambiar. Empezar de cero. Volver a nacer. Pero tuvo miedo. Miedo a ser otro. A no ser aceptado. A ser rechazado. Él cavó su propia tumba. Se condenó a sí mismo.
Nadie lo recuerda. Nadie lo extraña. Todos los días recorre el mismo camino. Saluda a aquellos que aborreció. No hay respuesta. Se aleja triste. El mundo no es como antes. Él cambió. Demasiado tarde.

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