4/18/2011

Uno

Entonces se nublan mis ojos, mi respiración entrecortada recuerda aquellas luces que empezaron con su incesante parpadeo; alegres y saltarinas dieron cuenta de aquella felicidad que me embarga cada vez que te veo, cada vez que te acercas y mueves tu boca en mágicas formas, emitiendo un dulce sonido que apacigua mi alma.

Y aquellas prendas que cargas, aquellas que reflejan la dicha de poder volver a sonreír, aquellas que muchas veces me ven, me buscan y luego se aburren de mi presencia y buscan otro donde posar su hermosura. Humildad encuentro en tu todo, sencillez propias y arrebato ante el temor de que descubras mi secreto.

Labios rojos, intensos, encendidos. Seducen e incitan con sus formas, encantan y adormecen mi andar, mi pensar, mi sentir. Rojos, tintos, dulces y amargos, salados por el rocío que emana de tus prendas, corroído por la soledad oxigenada del hallarse sola, sin nadie a quien retribuirle amor.

Y entonces sonríes, no hay motivo mas lo haces y la celestial negrura se ve alumbrada por la brillante Luna, redonda y blanca, llena de dicha al verse testigo de ti. Entonces tu silueta se hace presente, curvilínea y seductora te revelas ante mí y caigo en la cuenta de que sin ti no podría haber, no podría ser.

Me enredas en ti, en tu calor, aunque fugaz, disfruto al máximo de verme a tu lado, de sentir tu respiración en mi cuello y el aroma de tu cabello adormeciendo mis reflejos. Te aprisiono con fuerza, pues sé que te irás y no volverás, que no será lo que tanto espero, que no será lo que tanto anhelo.

(despierta...)

Es tan hermoso soñar, todo parece tan perfecto y alcanzable. Incluso tú, que sé nunca será, que seguiremos siendo dos, cada cual por su lado, coincidiendo por el mundo mas no en nosotros. El llanto interno de mi desdichado ser va tomando forma; la eterna soledad, la misma que pretendí burlar se ríe a carcajadas por mi fallido intento.

Cierro mis ojos y te veo de pie, sonriente como siempre. Me acerco despacio, temeroso, pero con la certeza de que es a mí a quien llamas, a quien esperas.

Entonces dos manos te toman y voltean, sonríes aun más. Y es que no olvidas lo que por tanto tuviste, lo que por siempre añoras, lo único que no pudiste controlar, lo único que siempre quisiste, el imposible de volver a sentir aquello que por mí nunca será.

Me quedo de pie. Volteas a contemplar mi infinita soledad. Sonrío para ocultar mi fragmentado llanto, sonríes con júbilo y paz, te marchas y yo regreso a lo hondo del pozo, al iluminado fondo, donde no hay más sombra...

que la mía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario