4/29/2011

Dos

Te veo,
me devuelves la mirada.
Cierras los ojos y sonríes.
Es cuando comprendo por qué me encantas.


Te sigo viendo.
Alejas la mirada y recuerdas.
Es entonces cuando la incertidumbre me asalta.


Hablas de esto y aquello.
Duele que lo hagas dadas las circunstancias;
la batalla que se libra en mi interior,
por conquistar tu amor.


Soy testarudo,
me dijeron que desista,
que en ningún mundo podrías considerar siquiera.


No importa,
igual lo intento.
Sé que no me sonríes ni sueñas conmigo,
sé que para ti no soy más que un amigo.


Duele, pero es cierto.
Porque esto que tanto siento
no es recíproco.


Es un capricho mío,
un vil acto de egoísmo.
Aún no olvidas, no dejas ir
ni tampoco ves aquello que puedo ofrecer.


Me podría arriesgar,
qué sentido tendría,
solo arruinar aquello que ya tenemos.


¿Acaso no me basta con desearte cada día más, con verte llegar y conversar, compartir y seguir dudando, seguir sufriendo y molestándome conmigo por ser tan cobarde?

¿Acaso necesito que me digas aquello que nunca he de escuchar?

Sí.



Es triste creer alcanzar algo y caer en la cuenta de que sigue siendo lo mismo. Que por más que quiera no sucederá. Entender que te quiero locamente y que solo va en una dirección mas no regresa.

Es difícil superar algo, afrontar una batalla que ya sabes perdida.

¿Acaso importa arriesgarse tanto?


No importa,
por ti lo haría mil veces.


No hay comentarios:

Publicar un comentario