11/05/2009

Siempre podemos esperar

La toco con temor a lo que pueda pensar. Suavemente acaricio sus cabellos, lentamente bajo a su rostro, cuello. Cierra los ojos y se deja llevar por mi tacto. Un susurro al oído, un beso en la frente y sigo descendiendo.

Su cuerpo vibra al palpar su espalda, su cintura, caderas. Levanta sus brazos y le quito el polo. Su frágil piel tiembla, se agita. La calmo besando su fino vientre. Acaricio sus senos, los libero del opresor sostén. Sigo descendiendo.

Su piel desnuda da paso a la negrura de su pantalón. Recorro sus largas piernas con ojos y manos. Muslos, rodillas, piernas, tobillos, pies descalzos. Sus pequeños dedos festejan mi llegada, alegres y tímidos se mueven y ocultan de mí. Froto la planta de su pie con la palma de mi mano, encoje al instante la pierna y sonríe, sonreímos. Asciendo hasta el límite de su pantalón, lo tomo con ambas manos y vuelvo a descender.

En un segundo ascenso me detengo a la altura de su vientre, la conquista aún no termina. Su coqueta prenda íntima advierte mi arrivo. Se ríe para adentro y aguarda mi siguiente movimiento. Su blanca piel se enciende, comienza a arder en éxtasis.

De pronto el temor nos invade. Si remuevo esa última capa ya no habrá vuelta atrás. Ambos nos amamos y deseamos amarnos más, pero por alguna razón no se siente lista, no nos sentimos listos. Me pongo de pie mientras ella me ve entre avergonzada y extrañada. "Siempre podemos esperar" le digo. Me abraza y besa, la abrazo y beso. Le vuelvo a poner su polo, la vuelvo a besar.
La veo a los ojos...

"Por ti siempre puedo esperar".

1 comentario:

  1. A veces cuando el deseo aflora el cuerpo no quiere esperar. Lento, lento así es mejor.

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